Las velas, esas pequeñas llamas danzantes que iluminan nuestro espacio con una luz cálida y acogedora.
Su historia es tan antigua como nuestra civilización. Desde sus inicios hace siglos a día de hoy, las velas han jugado un papel fundamental en la vida de las personas.
Un viaje al pasado
Las primeras velas conocidas se remontan al antiguo Egipto, sobre el año 3.000 a.C. Se fabricaban con juncos empapados en grasa animal, proporcionando una luz tenue pero crucial en la oscuridad de la noche. Los griegos y romanos, también las elaboraban con sebo animal, un material más barato que la cera de abejas, éstas para las clases altas.
Evolución y nuevos materiales
En la Edad Media, la cera de abejas se convirtió en la principal materia prima para las velas, ya que iluminaban mucho más y desprendían un agradable aroma.
A partir del siglo XIX, la invención de la máquina para fabricar velas marcó un antes y un después. La producción en masa permitió que las velas fueran accesibles para todos, convirtiéndolas en un elemento indispensable en todos los hogares.
Hoy en día, las velas siguen siendo un elemento popular en nuestros hogares, incluso en los eventos. La variedad en ceras, en colores, fragancias y formas las convierten en decoraciones únicas, creando una perfecta atmósfera en cualquier espacio. Además, de su uso en aromaterapia y rituales que es cada vez más popular, brindando bienestar y armonía.
Las velas han recorrido un largo camino desde sus inicios. A pesar de la evolución tecnológica, estas pequeñas llamas nos siguen atrayendo con cálida llama. Nos recuerda la importancia de la luz en nuestras vidas, y nos conecta con una tradición ancestral que se mantiene viva a través del tiempo.